- Antes de salir quiero hacer una última cosa.
Corrí cual jamelgo a la parte trasera de nuestra casa y allí encontré lo que buscaba.
Todas las tardes, desde hace más o menos tres años me he dedicado a "pedirle prestado" pequeños tacos de madera (con su lápiz de carpintero por supuesto) a nuestro vecino de la derecha y he estado escribiendo cosas que me sucedían alguna que otra tarde.
Ha vuelto a pasar delante de mi casa. No puedo creer que nos vayamos a casar si todavía corremos juntos por el pueblo.
Intenté juntar mis diminutos discursos unos con otros pero no dejé títere con cabeza. Aunque parezca que no, la mayoría no guardaban relación.
Me gustaría ser una duquesa por un día. Saber lo que es poder degustar ricos manjares y montar a caballo con total libertad.
Los entierro todos esperando que cuando volvamos sigan ahí esos tacos-recuerdos.
- Aurora, venga, ¿a qué esperas chiquilla?
- ¡Ahora mismo voy, padre!
Creo que el viaje será maravilloso. Estoy deseando recorrer sus calles, sus casas, sus plazas...
- Hemos llegado, ¿no es precioso?
Madre pocas veces hablaba, pero las que lo hacía eran sólo para quejarse o alagar algo. Faltaba la queja.
- Son 100 pesetas señor.
- Caramba, que caro... No me esperaba esto de un sitio así.- dijo apenas susurrando.
Ya decía yo que tardaba en quejarse. Abrí la puerta del taxi tan pronto como este paró y bajé.
- Será mejor que te gires,- me decía Juan - ahí es donde vas a trabajar pequeña.
Las palabras trabajar y pequeña no concordaban demasiado bien pero era lo que tenía que hacer.
- Subamos, los señores Santos deben estar esperándonos.
Las escaleras se me hicieron eternas pero a la vez minúsculas porque no me dio tiempo a pensar en todo. Si tuviera mis tacos...
Toc, toc. Madre coge la aldaba y la golpea dos veces contra la puerta. Un sonido demasiado estridente para mi gusto.
- Buen día, ¿son los señores Pérez?
- En efecto, me parecen que ya nos estaban esperando.
- Sí, pase al salón, a la derecha y luego siga recto.- creo que ella es la criada de la casa, al menos por su uniforme y la bayeta de su mano derecha.
Creo firmemente que los señores García se han confundido y han comprado 34 casas juntas. Jamás había visto semejante palacio.
¿Alguien se imagina al amor sirviendo lágrimas a tristeza?
¿Alguien se imagina al amor vestido de harapos?
¿Alguien se imagina al amor arando campos?
No. Es muy sencillo. Nosotros lloramos por no comer, ellos lloran por su estómago ya que han comido demasiado. Nosotros lloramos porque tenemos frío, ellos lloran porque hace demasiado calor. Nosotros lloramos porque no podemos ir a la escuela, ellos lloran porque tienen que prepararse para completar sus estudios.
Aunque, todavía soy una niña, pero el amor no entiende de edades.
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